sábado, 9 de agosto de 2025

¿Por qué actuar de pobrecitos?



Exploremos esta cuestión.


Está siempre al achecho y muchos susodichos ejercen con mayor o menor destreza esta perspectiva que los posiciona en la vida.


¿Por qué lo hacen?


Porque creen que les conviene. Consciente o inconscientemente tienen la convicción de que es un buen negocio. Así que se alistan en esa posición para relacionarse con los demás y desplegar sus vidas.


No les va mal en algún aspecto. Suelen lograr lo que logran y no lograr lo que no logran.


Ahá.


Los adeptos a este linaje se multiplican porque socialmente de alguna manera los pobrecitos generan solidaridad, buena disposición, aceptación y afecto.


De algún modo dan ganas de apapucharlos.


Hay que sostenerlos, cuidarlos, ayudarlos.


Porque no pueden.


Hacen creer que no pueden, en verdad.


Es decir, juegan sus fichas a que no pueden. A la debilidad, a la impotencia.


Apuestan todo a que otro vaya y los salve.


Se juegan entero a la dependencia y la habilidad de entretejer cuentos más o menos razonables para que el otro actúe y resuelva sus anhelos y pesares.


Juzgan que es más fácil desempeñar esa burda treta que hacerse cargo de su accionar para construir sus vidas y lograr lo que se les antoje.


La culpa de algún modo es del otro. O de algún factor externo.


Y la desdicha o imposibilidad propia tiene una explicación ajena.


Presos de esa posición autoadoptada obran como carmelitas descalzas.


Les va más o menos bien en apariencia porque en esencia es un fiasco a todas luces.


Esa posición decadente sintetiza la degradación del propio ser. 


Ejercer la impotencia como medio de vida relegando el poder personal que es necesario para dar batalla en la realidad y alcanzar logros por mérito propio, no es una buena decisión.


Se logre lo que se logre la impotencia asumida por voluntad propia es un insano rechazo a lo que la persona en verdad es y lo que la persona en realidad puede ser.


Constituye un truco burdo, mediocre, engañoso y nefasto para el ser.


Es mejor salir de la debilidad renunciando al espíritu lastimero y poner manos a la obra.






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jueves, 7 de agosto de 2025

¿Cómo relacionarse con la mentira?


Paso uno.


En realidad como todo en cuestiones humanas no hay pasos ni claves infalibles. Solo existen para engatusar a los lectores y lograr que compren el libro o lean el escrito.


Confieso.


Aunque nunca usé el burdo truco porque esencialmente creo que es engañoso y porque si bien puede ser funcional para lograr el objetivo de tener muchos lectores, creo que los medios no justifican los fines.


Fin.


Soy un angelito. 🤔


¿Cómo relacionarse con la mentira?


Paso dos…


Chiste.


Hay dos cuestiones a saber. La mentira como recurso posible adoptado por uno. Y la mentira externa que se nos presenta por el ejercicio del mentiroso.


En el primer caso es conveniente desentrañar lo que vamos a hacer al respecto.


Podemos elegir no ser para nada mentirosos. Ser un poquito mentirosos cuando la tentación de cierta situación lo requiera. O ser un mentiroso de pura cepa que asume la mentira de manera abusiva y hasta impúdica.


En el medio obviamente hay una destreza que debe ejercerse con la mayor habilidad posible. Si uno elige mentir poquito o mucho, está siempre al acecho la verdad para manifestarse, y anda de alguna manera en cierta cornisa que vuelve latente al traspiè.


Cuidado.


Piense bien antes de hablar, mida muy bien sus palabras. No vaya a hablar de más. Evite temas. No ponga solito la cabeza en la guillotina…


Y recuerde absolutamente todo lo que dijo.


Mire que con el tiempo, tiene que replicar lo dicho, ser congruente para no posibilitar resquicios primero de duda y luego de evidencias.


Ojito.


Es todo un tema elegir mentir un poco o bastante. Cualquiera que quiera andar livianito por la vida siendo quien es sin la tortura y el estrés de desdoblarse, debería pensar muy bien antes de caer en esa trampa.


El precio no es bueno.


Pero obviamente hay que ver cada circunstancia. 


Después están los mentirosos que le encontraron el gustito a la mentira y luego quedaron embaucados en esa filosofía. Han salido airosos de tantas situaciones y corroborado los beneficios que se quedan instalados en esa posición.


No les arriendo la ganancia, pero si persisten debe ser porque a ellos le resulta buen negocio.


Y también debe ser porque quienes los rodean se hacen un poco los distraídos y no le avisan que hace tiempo fueron descubiertos.


Y finalmente están los que no mienten, que son esencialmente los que pueden hacerse cargo de quienes son sin dar explicaciones.


Si bien uno no está para dar consejos porque el mejor consejo que puede recibir alguien es el que es capaz de darse a sí mismo, podríamos presumir, creo sin mayor riesgo a equivocarnos, que esta posibilidad constituye la instancia de mayor evolución del ser humano.


No hay estrés ni engaños hacia los demás ni hacia uno mismo.


No hay doblez.


Hay tranquilidad y bienestar.


Hay congruencia y consecuencia.


Los pensamientos, las emociones, las palabras y las motivaciones están alineadas.


Y en el trasfondo subyace el coraje de hacerse cargo de quién uno es.






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domingo, 3 de agosto de 2025

Punto a la í



Nada es más notorio quizás que el momento crucial donde se le pone el punto a la í.


Todos queramos o no tenemos alguna relación con este tema.


En un extremo están los silenciados que se atragantan con lo que podrían decir y no dicen.


Lo que piensan y callan.


El el otro los que andan poniendo puntos a las íes a diestra y siniestra aprovechando cualquier ocasión.


De un extremo al otro están los matices.


Algunos más cerca de un lado, otros más cerca del otro.


Y hay también quienes zigzaguean o saltan de un lado al otro sin poder precisar si son mayoritariamente del bando de los callados o del bando de quienes enfrentan la situación y lo dicen todo.


No estamos por supuesto para juzgar ni para decir que los primeros son cobardes, acomodaticios y pusilánimes. Y que los segundos son osados, intrépidos o desmedidos.


Solo observamos, miramos al resto para descubrirnos a nosotros mismos.


Ponerle o no ponerle puntos a las íes no es una cuestión menor e irrelevante. Puede llegar a ser una decisión tan crucial como determinante.


Abrir mundos o cerrarlos para siempre.


Mascullar la injusticia o hacerla notar aún cuando no pase nada.


Despertar la adhesión que supone el espíritu acomodaticio que evita la confrontación y silencia la diferencia para evadirse de enojos, o ejercer una actitud quijotesca honrando la dignidad y enfrentando las consecuencias que haya que afrontar para no convalidar pusilaniamente el mundo desbarajustado que fuera.


Cada uno sabrá dónde se ubica en la materia.


Yo creo que estoy más del lado de los que respetan su dignidad, sacan pecho y dicen lo que tienen que decir. Prefieren incidir positivamente antes de convalidar cualquier realidad desafortunada.


La alternativa del silencio propia de los farsantes y debiluchos me resulta una filosofía detestable.


Pero la respeto por más mediocre que sea.


Aunque no la admiro para nada.





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sábado, 2 de agosto de 2025

Yo pensaba…



No sé por qué pensaba tanto, pero bueno, yo pensaba.


Mucho pensaba.


¿Y qué pensaba?


Bueno, pensaba una cosa y la otra. Daba vueltas, analizaba. Observaba cierta información, ciertas cuestiones y ahí me embarullaba en un proceso de pensamiento que me tomaba a veces por completo.


Y sí, pensaba.


Iba al cine por ejemplo y en vez de centrarme en la película, .

¿qué hacía?


Pensaba.


Siempre estaba en el medio de vericuetos desafiantes que me parecían clave desentrañar para tomar las decisiones adecuadas y construir la mejor realidad posible.


O lograr lo que quería lograr.


Por eso pensaba.


Era para encontrarle la vuelta a los vicisitudes de la vida. Para ser quien uno quería ser, hacerse cargo de la potencialidad que fuera y construir la realidad que quiera.


No ser sujeto azaroso de fuerzas extrañas que determinan a las víctimas.


¿Y cómo me fue? 


No sé, más o menos bien, creo.


Esta cuestión es crucial y súper importante. El pensamiento estratégico es un recurso de inestimable valor.


Funcionar a modo descocado sería la antítesis, nada recomendable. Es como aceptar que la realidad acontezca en vez de hacerla acontecer.


Pero ambos extremos son malos.


¿Por qué?


Porque el pensamiento estratégico no debe invadir la vida arrebatando el presente que fuera.


Tiene que tener su espacio propicio, su momento y su lugar.


Si se entromete molesto en las circunstancias que fueran del presente, lo arrebata tristemente y en vez de vivir lo que estamos viviendo nos expulsa de la realidad.


Así que por esto es que hace tiempo que lo valoro y lo quiero pero lo tengo cortito. 


Cuando viene a sacarme del presente le digo, pará un poquito.


Quedate ahí, quietito.





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