miércoles, 8 de octubre de 2025

¿Qué decirles muchachos?


No sabría la verdad qué decir ni por qué escribo en este momento.


Debe ser para desahogarme de palabras y andar livianito  por la vida.


Siempre sospecho que atragantarse de silencios evitando pronunciar lo que uno quiere decir vuelve a la persona pesada.


Además de intrincada y confundida.


Y la debilita demasiado.


Cae en la cobardía de replegarse en vez de hacerse cargo de lo que fuera.


Es que uno piensa tantas cosas, que poder definir en última instancia que esto es así o asá es una pretensión ambiciosa.


Además de parcialmente fallida.


Pero callarse debe tener que ver con la pesadez, con arrastrar una máscara que no nos permite desplegarnos con la autenticidad de ser quienes somos.


Un trabajo siempre tan latente como detestable que sin embargo alista a varios adherentes.


Por eso en las antípodas está la disposición de decir algo, aunque no sepamos qué.


Todo sea por la liviandad del ser.


En parte.


Porque por otra parte el decir tiene que ver con la asunción de la incidencia que transforma o crea la realidad.


No es poco.


De hecho alguna vez alguien dijo que la palabra es la mejor arma.


Así que callarse sería como rendirse. Y hablar sería batallar.


Luchar por lo que valga la pena.


Así que para sintetizar no sé qué carajo decirles.


Tal vez dije algo o no dije nada.


Lo importante es andar livianito. 



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domingo, 5 de octubre de 2025

Apunte práctico para el bienestar


El pensamiento genera la emocionalidad. Y la emocionalidad sintetiza el malestar o bienestar que experimentamos.


Uno podría decir entonces que es mejor desintoxicarse que envenenarse a voluntad. Decidiendo con la arbitrariedad que tenemos los pensamientos que transitan por nuestras cabecitas.


No es tan fácil.


Por supuesto, si no andaríamos todo el día con una sonrisa de oreja a oreja experimentando la felicidad.


Pero…


Las circunstancias se imponen y nuestra cabecita no puede dejar de experimentar lo que experimenta. Es decir, focalizar a veces en lo que fuera negativo y dejarnos embaucados en ese torbellino de pensamientos que nos afectan negativamente y pueden arruinarnos.


¿Qué hacer?


Cada uno sabrá, por supuesto. Porque la vía de negación tiene sus precios.


Que no suelen ser económicos.


Así que mirar para otro lado o taparse los ojos sería una técnica tan burda como inefectiva.


Sería como decir, acá no pasó nada, y negar infantilmente la cruda realidad.


Con lo cual un truco de mayor madurez podría ser alertarnos de los pensamientos que están tomando nuestra cabecita.


Por más negativos que fueran.


Mirarlos con atención, teniendo siempre presente sus injerencias.


Positivas o negativas.


Luego darle el espacio que juzguemos conveniente, como para explorar la cuestión que sea, comprender, y darnos la posibilidad de crear decisiones y cursos de acción que incidan sobre esas situaciones.


Porque no somos víctimas de la realidad que acontece, sino creadores de nuestras propias circunstancias.


Y luego de un breve proceso productivo de análisis y abstracción, definir nuestra posición con el accionar que se consideremos más efectivo posible.


Hasta ahí.


En caso de que estemos embarullados en ideas negativas que pueden ser bien fundadas, pero pueden llegar a jorobarnos.


Ideas disparadas obviamente por hechos maliciosos o injustos que indefectiblemente nos afectan.


Así que estar atentos, comprender, analizar. Zambullirse en la abstracción y luego decidir.


Fin.


Darnos manija sobre lo negativo que acontece y observar fundadamente las injusticias que elocuentemente se observen, no es buena idea.


Porque nos lleva a mal puerto.


Solo mirar un poquito, detectar lo negativo y darle el espacio que consideremos.


Al parecer, cuanto más breve mejor.


Si no hacemos eso y nos adentramos a lo negativo dándonos manija, nos envenenamos improductivamente y la felicidad se nos escabulle.


Lo cual sería un grave error porque la vida es muy corta y esa posibilidad no es conveniente.


Sería como permitirnos la zoncera y darnos permanentemente con un palo en la cabeza.


Es preferible salir a caminar o ponerse a levantar un barrilete.



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sábado, 4 de octubre de 2025

Otra vez…


Hace tiempo sigo de cerca al viejo cascarrabias que llevo adentro.


Mi atención es eminentemente práctica, lo observo para darle cierta entidad pero no lo dejo arremeter con furia para evitar entrometerme en quilombos o erosionar tontamente mi emocionalidad dándome manija con las fundamentaciones del viejo cascarrabias.


Me dice por ejemplo, otra vez un perro suelto que caga a voluntad en la rambla mientras el dueño actúa burdamente del pelotudo que no advierte la situación. 


Y se va con la impunidad a cuesta, cargándose en todos.


El viejo cascarrabias advierta ese tipo de situaciones y salta como una pipa.


Si lo dejo es capaz de gritarle por la ventana al tarambana de turno. O llamar a la policía improductivamente.


O bajar con la indignación que le dispara la furia para ponerse cuerpo a cuerpo con el díscolo y educarlo sin contemplaciones.


Así que solo lo miro de reojo, con cierto recelo y atención. Como diciendo, está bien, tenés razón pero calmate.


Hay que saber surfear la decadencia y amoldarse de alguna manera porque hay batallas que no vale la pena dar.


Callate, acomodaticio, me sacude.


No seas tan pusilánime, remata.


Y yo me quedo sin fundamentos, subsumido en la mediocridad del debilucho que en vez de hacerse cargo del mundo desbarajustado para incidir y transformarlo, acepta la realidad con un espíritu tan mediocre como detestable.


Pienso, mientras escucho los estruendo de una moto con el caño de escape roto que avanza a explosiones estruendosas y ensordecedoras.


El viejo cascarrabias sabe que lo he advertido. Que la vida me da otra oportunidad para salvar la dignidad y reivindicarme.


Pienso en levantarme de la silla, ir hasta la heladera y sacudir desde las ventanas escondido huevos que repiqueteen cerca del motociclista que quedó detenido en el semáforo.


Es la oportunidad de reivindicarme, salvar la dignidad y por fin hacer justicia.


Pero me quedo quietito.


El viejo cascarrabias me ve. 


Y por supuesto se indigna. 



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sábado, 27 de septiembre de 2025

¿Nos morimos y qué pasa?


En Argentina un periodista reconocido termina su interesante programa de entrevistas con la pregunta.

Las respuestas son diversas pero la precisión final siempre es escurridiza.

Nadie puede responder con contundencia a la pregunta que se escabulle de las posibilidades de la razón.

Hay que aceptar que con la cabeza no vamos a atrapar a esa verdad, porque la razón llega justo antes de la posibilidad de cazar ese tipo de certezas.

¿Está bien así?

Quién sabe.

Es así, te guste o no.

¿Qué hacer entonces?

Siempre ante la posibilidad del no logro por la contundencia de la realidad hay distintas posibilidades.

Primero, no rendirse y seguir insistiendo, camino que deja abierta la ilusión del logro pero tropieza con la terquedad del capricho primero y la necedad después. 

La otra es aceptar, como acto de madurez.

Decir, bueno le busqué la vuelta con todo el ímpetu del mundo. Le pregunté a todos, algo inspiracional siempre dijeron, pero de esa respuesta unívoca no pueden determinar nada.

Así que mejor me procuro una respuesta que me calme y agregue valor para aprovechar mejor la vida.

¿Qué respuesta?

No sé, cada uno sabrá. Nadie mejor para descubrir la respuesta que le resulte más.apropiada.

¿Por ejemplo?

Yo diría que es saludable ser quien uno es, hacerse cargo de sus potencialidades y contribuir desde las más disímiles circunstancias con genuina autenticidad.

Ser con todas las letras con las mejores intenciones del mundo, hacer nuestro aporte. Y mandarnos a mudar.

Como diría mi querida abuela.

Si viene algo después, buenísimo.

Si todo terminó acá, por lo menos aprovechamos el tiempo.

Hicimos nuestra parte.

Y nos morimos tranquilos.
 

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domingo, 21 de septiembre de 2025

Ser


Uno es quien es y también quien puede llegar a ser.


Esa es la cuestión.


Hay quienes se recluyen en sí mismos y dejan reposarse en el extremo de la fijadez, sosteniéndola como pueden.


Y hay también quienes se aventuran a una suerte de re invención que los despliegan desde quienes son hacia quienes pueden llegar a ser.


La decisión estratégica es tan personal como significativa.


Y también respetable, porque cada uno tiene la responsabilidad indelegable de decidir lo que quiere hacer con su persona.


Se puede elegir vivir más o vivir menos.


Por ejemplo.


De la casa al trabajo. Del trabajo a la casa. 


Y a la noche ver el partidito.


Es una elección. Que a veces inquieta porque no son pocos los que desde la simpleza o la vocación por aferrarse a la rutina deciden gastarse la vida.


A veces con felicidad estridente.


Lo cual repliega cualquier decir que pueda sentirse inclinado a cuestionar ese tipo de vidas.


Si el objetivo quizás emblemático es la felicidad, y está repleto de susodichos que la encuentran por ahí, qué se puede agregar.


Nada por decir.


Algo parecido ocurre con la fijadez. Todavía recuerdo una charla que di hace ya demasiados años sobre desarrrrollo personal, en un salón donde estábamos alrededor de 20 personas.


Estaba imbuido en un entusiasmo que me llevaba a invitarlos a explorar la fascinante posibilidad de construirse como personas.


Fue ahí cuando José levantó la mano y dijo que estaba bien así. Que no quería cambiar absolutamente nada.


Estaba tan convencido y comprometido en su posición que no gasté ni medio minuto en persuadirlo del beneficio que pudiera generarse si asumiera la intención de mejorar algún aspecto de su persona.


Está bien así, dijo. Y decidió su elección y su destino.


Otros en cambio nos entusiasmamos con asumir la potencialidad en vez de recluirnos en la rigidez, no porque seamos unos eternos inconformistas, sino porque creemos en los inestimables beneficios de la superación personal.


Cuando la persona progresa, no solo enriquece su experiencia vital y posibilidades, sino que impacta positivamente y ensancha su mundo.


Más recursos personales son más posibilidades y la oportunidad de participar de una vida más enriquecida.


Por eso cada uno sabrá qué es lo que quiere hacer con su propio ser.


Resignarse quizás con gusto a la quietud o hacerse cargo de la aventura de construirse a sí mismo.


Con la expectativa de encontrar a la mejor persona que pueda descubrir.



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